Lo afirmaba en el escrito
antecedente: en esta Iglesia “parece que no
se puede pensar, poner preguntas, abrir reflexiones, profundizar temas que
hacen parte de la doctrina, pero que no son dogmas”. Hay dogma de fe que no
tenemos intención discutir, pero hay temas de doctrina que se pueden hablar,
reflexionar y que pueden llegar a cambiar.
Algunos obispos, o autoridades
dentro de la Iglesia, clasifican esta actitud crítica como una moda
contemporánea, una falta de humildad o de obediencia. Creo que son las palabras
de siempre de quien, dentro de un régimen, estando arriba empieza a fastidiarse
con los que están abajo porque simplemente tienen una cabeza pensante y la
utilizan, o simplemente porque expresan un sentimiento o un estado de ánimo de
malestar. Quisiera recordar a estas autoridades que Dios escucha el grito de su
pueblo y que al principio del Éxodo el grito del pueblo no conlleva un castigo
de Dios, sino más bien una escucha y una respuesta misericordiosa que reconoce
las razones del pueblo mismo (cfr. En Ex 15-17 Mará, el Maná y Masá).
Imagino que es el miedo de las
autoridades de perder el poder o el control de la situación. Se tiene miedo a
la anarquía. Pero son solo miedos injustificados por muchos de nosotros. Quisiéramos
simplemente una iglesia más evangélica y no encerrada en su doctrina. No que la
segunda sea contraria a la primera, también si en algunos casos parece que sí,
pero las dos necesitan de un continuo estado de discernimiento, que conlleva
escucha, dialogo, profecía y coherencia.
La fe se puede identificar como
la raíz del árbol que se expresa en sus dogmas, pero hay una doctrina que son
ramas y expresiones de esta fe, y que tienen sentido hasta que dan frutos (“En cambio el fruto del Espíritu es
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio de sí”, y después se añade: “contra
tales cosas no hay ley” Gál 5,22-23). Lo que quisiéramos no es
cortar el árbol a la raíz, sino averiguar cuáles son las ramas que se tienen
que podar para que den más fruto. Estoy consciente que a algunos no les gusta
tampoco podar las ramas porque las consideran parte y expresión de la misma
raíz como la doctrina de los dogmas, pero hay que poner las justas diferencias.
A un cierto punto es necesario podar, y es necesario hacerlo siempre y no solo
una vez. Sabemos que vivimos en un tiempo donde muchos se arrepienten de la
abundante podadura del Concilio Vaticano II, o para nosotros en América Latina
de Medellín, Puebla y Santo Domingo, pero hay que reconocer que han producido
bastantes frutos buenos, reconocidos también por Aparecida. Estos frutos han
hecho nacer una conciencia nueva, una metodología de pensamiento, un sentido de
pertenencia y un compromiso renovado desde nuestra fe. A estos frutos no
queremos renunciar. Por esta razón creo no se puede confundir el tema de los
dogma de fe con la doctrina. Hay muchas ramas, a veces secos, que creo sea la
hora de podar.
Vivimos en un tiempo de Iglesia
marcada por el miedo de perder sobre todo participación y referencia, en una
palabra, poder. En realidad tendríamos que tener miedo de no caminar en el
mundo buscando y llevando una Buena Nueva. Últimamente se escuchan sobre todo doctrinas
antiguas que confirmar y dan seguridad. En Italia lo saben bien, no hay nada
mejor de alguien que te diga que todo está bien, si esto es lo que quiere
escuchar, también si no es verdad. En una cierta manera de ser Iglesia,
lastimosamente, se te pide solo de creer en la doctrina, de ser humilde y
obediente. Esto da seguridad. Se aceptan de mala gana las preguntas que meten
en crisis la doctrina encerrándose en respuestas que te dicen: “!Es así y
punto, tu solo tienes que creer en Dios si lo quieres!”. Tengo duda que esta
sea fe, y de seguro no es mi fe.
Padre Gastón habló de los
derechos de las personas que expresan una opción sexual diferente de la
heterosexual, y esto es solo uno de los temas que en esto blog quisiera tocar.
De aquí en adelante compartiré mi personal pensamiento sobre las doctrinas que
hacen referencia al matrimonio como sacramento, a la confesión, al sacramento
del orden, a las doctrinas dentro de las
cuales encerramos el sentido de la eucaristía, el papel de las mujeres en la
Iglesia. Quisiera compartir sobre el tema delicado de la relación que la
Iglesia tiene con la economía, la política y los derechos humanos. Me gustaría
también profundizar y compartir sobre el tema de la doctrina de la sexualidad y
de la moral. Tal vez no tengo la capacidad para expresar con la debida
profundidad mis pensamientos, pero puedo abrirlos a un diálogo. Tengo la
esperanza que todavía continua viviendo en una iglesia en la que se puede
hablar de estos temas.
Claro que los míos son solo
pensamientos y opiniones que buscan un diálogo y que no quieren arriesgar a la
base del sentido de nuestra fe o de la misión de la Iglesia, pero buscan luces
para revelar el rostro de Iglesia que nos apasiona y nos convence que vale la
pena dedicarles la vida.
Emanuele Munafó
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